La Pobla de Lillet, localidad de la provincia de Barcelona, acoge uno de los tesoros más escondidos del Modernisme: el Refugio de Catllaràs y los Jardines Artigas, que fueron proyectados por Antoni Gaudí. El municipio tuvo una fuerte actividad económica: una potente industria textil en el siglo XVIII, que se mantuvo invariable durante la revolución industrial, y la minería, la extracción de lignito de las minas locales de Catllaràs y de las poblaciones vecinas de Guardiola y Cercs, sin olvidar la que había sido la importante fábrica Asland de cemento pórtland, ya dentro de los límites del municipio vecino de Castellar de N'Hug, en el lugar conocido como el Clot del Moro.
La fábrica de cemento -espectacular también con sus bóvedas tabicadas proyectadas por Rafael Guastavino y realizadas por Isidoro Pedraza de la Pascua- era propiedad de Eusebi Güell. Güell había comprado también las minas de Catllaràs dentro de los límites de La Pobla y, según recoge Joan Bassegoda Nonell del testimonio de su arquitecto colaborador, Domènech Sugrañes, en 1905 Gaudí hizo el trazado de un pequeño chalet como vivienda para los ingenieros. El chalet, que se conserva como casa de colonias, tiene una forma compacta inscrita en un arco apuntado y se accede por unas originales escaleras dobles. Por desgracia, ha perdido sus elementos más característicos: la escalera de acceso y la textura de los acabados.
Gaudí estuvo en la zona durante un breve período invitado por Eusebi Güell para visitar las obras de Catllaràs, en el mismo año 1905, y se alojó en casa del industrial Joan Artigas. El propietario le pidió el proyecto para crear un jardín en el lugar llamado Fuente de la Magnesia, y el propio Gaudí hizo un croquis, hoy desaparecido. Unos operarios del Park Güell se desplazaron hasta allí y la obra se daría por terminada en 1906. En los años posteriores a la Guerra Civil, los Jardines Artigas quedaron abandonados y olvidados hasta ser recuperados por el Ayuntamiento de La Pobla, que los ha restaurado y los ha abierto al público. Se llega en un pintoresco trenecillo que comunica también con la vecina fábrica del Clot del Moro.
El jardín mantiene ciertos paralelismos con el del Park Güell, sobre todo por su voluntad de integrarse en la orografía y las condiciones del lugar y adaptarse a la climatología. La abundancia de agua es la gran diferencia: los jardines siguen el desfiladero, a ambos lados del río, con una vegetación frondosa. Puentes, glorietas, barandas, una gruta, figuras de animales -todo realizado con los materiales más diversos, piedra sin tallar, trencadís...-, los convierten en un paraje imaginario y difícilmente repetible.