El Modernisme es una actitud vital y estética ligada a la bonanza económica de la burguesía emergente. Se introdujo en la construcción al coincidir una amalgama de circunstancias. En Olot, esta coincidencia de circunstancias se dio con cierto retraso respecto a otras ciudades catalanas, de modo que la arquitectura modernista se prodigó entre 1905 y 1917, fechas en que el Novecentismo empezó a difundirse, bañando las casas de simplicidad y de cierto funcionalismo racionalista. La morfología urbana de finales del XIX no distó mucho de la del siglo XVII. No fue hasta 1850 cuando se derribaron las murallas de la villa vieja, crecida en torno a las iglesias de San Esteban y de Santa María del Tura. Con el auge demográfico y el progreso de los servicios (gracias a la inauguración de la primera vía férrea Olot-Gerona en 1895), la ciudad creció. Su ritmo evolutivo alcanzó su vértice cuando en 1906 el arquitecto municipal Alfred Paluzie proyectó el Ensanche; un ensanche inspirado en la política higiénica de la ciudad moderna. Con todo ello, en 1907 Olot obtuvo la categoría de ciudad. Su desarrollo necesitó otra ampliación urbana, realizada en 1916, a cargo de Manuel Malagrida (propietario de la famosa fábrica de cigarros puros París), un indiano que tras hacer fortuna en Argentina regresó a la ciudad y diseñó un barrio residencial distribuido en dos zonas radiales, símbolos de España y América, unidas por un puente llamado puente de Colón. Toda una alegoría de la empresa indiana. En esos años de crecimiento y modernización urbana algunas familias acomodadas quisieron construir o renovar sus viviendas con el estilo en boga, y lo hicieron fundamentalmente en lo alto de la villa. Los arquitectos encargados de dichas obras, como Josep Azemar i Pont, Alberto Blasco i Ochoa, Joan Roca i Pinet, se formaron en Barcelona y eran por tanto conocedores de las preponderancias en la capital. Aun así, trabajaron un Modernisme "descafeinado" con cierto regusto neomedieval, de modo que la innovación se redujo a elementos puntuales, como soluciones de esquinas, el uso del hierro, o la decoración de moda. Hay que destacar tres obras por su mayor fidelidad con lo que entonces se entendía por nueva arquitectura: la Casa Solá Morales, de Lluís Domènech i Montaner, y la Casa Gaietà Vila, de Alfred Paluzie i Lucena; en ambas se produce una notable integración de las artes aplicadas, además del gusto por las formas nuevas. Por último, destacamos la Casa Masramon, de Rafael Masó i Valentí, donde la tendencia de estilo Secession se ha simplificado hacia un racionalismo más cercano al Novecentismo.
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